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Cosas idas

 

 

 

 

Oficina#1. Caracas

15 mayo 2015

 

 

Leonardo Nieves - Luis Romero - Fabián Salazar

por Rafael Castillo Zapata

 

1] Tres expresiones de la ya centenaria práctica del collage se reúnen aquí en un denso muestrario de posibilidades innovadoras. Leonardo Nieves, Fabián Salazar y Luis Romero retoman el legado de la tradición y lo intervienen desplazándolo, apropiándoselo mediante una ingestión creadora que incorpora nuevas facetas y perspectivas sensibles y conceptuales al procedimiento. Leonardo Nieves, por ejemplo, replantea la técnica del encolado al sustituir la cola por el hilo: la adherencia de los materiales se produce, en sus piezas, mediante una costura que permite a menudo la flotación de los elementos superpuestos, lo que le confiere a sus collages un inesperado efecto de passage à la Braque. Por su parte, Fabián Salazar recupera la herencia del constructivismo para alterarla sutilmente al desnivelar los contornos de los cortes, mezclando las formas rectilíneas con las curvilíneas, en un juego de contrastes que apela simultáneamente al imaginario geométrico y al imaginario corporal, proporcionando a sus piezas un particular ritmo de ondulaciones y quebraduras. El cruce entre ciencia y fantasía que los surrealistas heredan de Verne, de Roussel y de Grandville le sirve a Luis Romero para redimensionar la técnica del fotomontaje, desvinculándola de su antecedente político o documental para acercarla ambiguamente al mundo de los sueños o de las alucinaciones. Tres propuestas sugerentes que apuestan por un recalado inteligente de la tradición del montaje plástico en la escena del arte contemporáneo.

Como Max Ernst, Luis Romero es un voyeur enciclopédico y lírico, es decir, alguien que goza la mirada repasando, por ejemplo, las imágenes de un tratado de botánica a la caza de presencias impregnadas de pura potencia plástica, evocadoras de mundos fantásticos u oníricos, en cualquier caso alegóricos, misteriosos. La rama de un cardo, una hoja agujereada por los dientes de una oruga, el pistilo de una flor aparecen, en principio, como si estuvieran siendo focalizados por el ojo científico de quien mira a través de la lente de un microscopio. El enmarcado circular de la imagen quiere acentuar esta sensación, pero lo que se observa entre sus márgenes netamente tallados no es la presencia objetiva del fragmento vegetal elegido sino, por decirlo así, su metamorfosis metafórica. De muchas maneras, me parece, Romero está jugando con diversas resonancias que atañen al mundo de las ciencias naturales y al mundo de la óptica: sus detalles de formas vegetales remiten tanto a los juegos de la observación milimétrica del botánico a través de una lente de aumento como a las puestas en escena propias de los dioramas y los panoramas del siglo XIX, gracias a los cuales, mediante una mirilla, el espectador podía contemplar paisajes artificiales construidos para engañar al ojo con su aparente patencia natural, incuestionable. Los fotomontajes de Romero, si así podemos llamarlos, disponen el elemento vegetal en un plano que corresponde más bien a las visiones fantásticas, digamos, de una película de Mélies, recuperando para el ojo contemporáneo esa fascinación intersticial de la mirada que solo era posible en la época en que el desarrollo de los dispositivos de reproducción visual todavía oscilaba entre la artesanía y la tecnología, entre la barraca de feria y el gabinete científico.

 

 

Serie Fotogramas

2014/2015

28 x 21 cms

 

 

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